En agosto de 2021, cuando los talibanes tomaron nuevamente el control de Afganistán, se desató un profundo cambio en el panorama social y político del país, particularmente para las mujeres. Como resultado, surgió una ola de activismo y desafío, especialmente entre las mujeres que se negaron a aceptar las limitaciones que se les imponían. 'Bread and Roses' de Apple TV+ busca resaltar las poderosas historias de estas mujeres, capturando su fuerza, resiliencia y compromiso inquebrantable con su causa. Dos de los sujetos del documental, Taranom y Sharifa, provienen de mundos completamente diferentes, cada uno de los cuales enfrenta desafíos y realidades distintos. A pesar de sus diferentes orígenes, lo que los une es su negativa compartida a dejar de luchar por ellos mismos, sus derechos y su futuro.
Cuando los talibanes entraron en Kabul el 15 de agosto de 2021, tras la retirada de las fuerzas estadounidenses, marcó un punto de inflexión para Afganistán, en particular para las mujeres que habían experimentado una relativa libertad durante las últimas dos décadas. El regreso de los talibanes significó el restablecimiento inmediato de sus duras y represivas leyes, que restringieron gravemente los derechos y libertades de las mujeres. Sharifa, una empleada del gobierno, vio su vida patas arriba casi de la noche a la mañana. Cuando los talibanes tomaron el control, emitieron decretos que prohibían a las mujeres ocupar puestos de trabajo en el sector público, disolviendo efectivamente muchos roles que las mujeres habían desempeñado dentro del gobierno.
Sharifa, que provenía de una familia profundamente conservadora, enfrentó una inmensa presión para adaptarse a los roles de género tradicionales. Las expectativas de su familia eran claras: querían que ella guardara silencio, obedeciera las reglas y se quedara en casa, siguiendo las normas establecidas para las mujeres en la sociedad afgana. Sin embargo, a pesar de estas expectativas, la resistencia interna de Sharifa comenzó a aumentar. Impulsada por un sentido del deber hacia el futuro de su país, Sharifa comenzó a participar en protestas, uniéndose a grupos de mujeres que exigían sus derechos y libertad. Uno de los grupos más notables en los que participó fue el dirigido por la Dra. Zahra Mohammadi, una destacada dentista y activista. El activismo de Sharifa no estuvo exento de riesgos. Ante la creciente represión, los arrestos y los informes de secuestros de activistas y manifestantes, las acciones de Sharifa conllevaron una amenaza constante y acechante.
Por otro lado, Taranom, activista y firme defensora de los derechos de las mujeres, vio la señal en la pared. Comprendió la magnitud de lo que significaba el regreso de los talibanes para ella y para el futuro de las mujeres afganas. Temiendo por su vida y sabiendo que tenía que escapar para continuar su trabajo en un entorno más seguro, tomó la decisión de huir de Kabul. Se dirigió al aeropuerto, donde se unió a muchos otros que esperaban salir del país. Taranom permaneció sentada en la pista durante horas, presenciando el caos y la desesperación que la rodeaba, pero a pesar de sus mejores esfuerzos, no pudo encontrar una salida.
Taranom finalmente logró escapar a Pakistán, donde encontró refugio en un motel deteriorado. Con sólo una pequeña cantidad de dinero a su nombre, se sentía desesperada y atrapada. La incertidumbre de su situación pesaba mucho sobre ella y, desde los confines de esa pequeña habitación, observaba impotente cómo su tierra natal, Afganistán, se desmoronaba bajo el peso del resurgimiento de los talibanes. Vivir como refugiada con su familia en circunstancias tan terribles no fue fácil. La estrecha habitación del motel se convirtió en su hogar temporal, pero era un recordatorio constante de su desplazamiento e incertidumbre. Su situación se volvió aún más precaria cuando recibió una llamada de las autoridades informándole que ya no podía quedarse en Pakistán. Sin un estatus migratorio legal, su presencia en el país se había convertido en un problema.
Tanto Sharifa como Taranom sabían que ya no podían permanecer en Afganistán, un país ahora gobernado por los talibanes, donde incluso los líderes prominentes estaban siendo perseguidos. Para Sharifa, la decisión de irse se volvió inevitable. Se movió entre algunas casas seguras, siempre un paso por delante del peligro, antes de finalmente huir del país. Desde entonces ha permanecido oculta y poco se sabe sobre su paradero actual. Taranom también enfrentó la sombría realidad de su situación y buscó refugio fuera de Afganistán. Aunque ha logrado encontrar un lugar seguro para ella, sigue protegiendo su privacidad y prefiere no compartir ningún detalle sobre su ubicación actual. Con sus rostros al frente de una película crítica que documenta la resistencia de las mujeres afganas, sus preocupaciones sobre la seguridad son totalmente válidas y comprensibles.