En una distinguida carrera como documentalista, Barak Goodman ha examinado una amplia gama de temas, felices y tristes. Pero hay un hilo que atraviesa películas como Scottsboro: An American Tragedy (que ganó un Emmy y fue nominada al Oscar al mejor documental), My Lai y la reciente Oklahoma City: un interés por momentos en los que la promesa de Estados Unidos es violentamente traicionada. .
ImagenCrédito...Dave Hunt, vía PBS
Oklahoma City, vista en el Festival de Cine de Sundance de este año y la semana pasada en PBS, es un documental meticuloso y estructurado convencionalmente que pone en contexto el atentado con bomba en 1995 del edificio federal Alfred P. Murrah, que sigue siendo el ataque terrorista doméstico más mortífero en la historia de Estados Unidos. de un creciente movimiento extremista con raíces religiosas, racistas y nativistas. Sr. Goodman Ruby Ridge, que se muestra como parte de la experiencia estadounidense de PBS el martes, es un compañero de Oklahoma City, pero un tipo de película diferente (aunque reutiliza algunas de las mismas imágenes).
Centrado de cerca en uno de los eventos que llevaron al atentado de Oklahoma City, Ruby Ridge, de una hora de duración, es un relato vívido y personal del tiroteo y asedio de 1992 en el que las agencias federales rodearon la cabaña de Randy Weaver y su familia en Idaho. Se basa en entrevistas con Sara Weaver, la hija mayor de la familia, quien relata con calma sus recuerdos de eventos que son horribles sin importar de qué lado de la valla política los veas. Recordando cuando F.B.I. Los agentes abrieron fuego en la cabaña, la Sra. Weaver describe haber sido golpeada en la cara por fragmentos que se dio cuenta que eran pedazos de su madre, Vicki, cuyo cuerpo yacía en el piso de la cocina durante los ocho días restantes del asedio.
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La historia de Ruby Ridge es en cierto modo lo opuesto a la historia de Oklahoma City. No había ninguna amenaza de terrorismo: el Sr. Weaver solo quería que lo dejaran solo en la cima de su montaña, y los cargos de armas de fuego que llevaron al gobierno a su puerta plantearon problemas de trampas similares a los que se presentan en muchos casos contra presuntos terroristas musulmanes en la actualidad.
El relato de Goodman es triste pero deliberadamente imparcial, evitando culpar y dando crédito a Bo Gritz, una figura de derecha controvertida y amiga de la publicidad, por su papel en la resolución del conflicto. La presencia de Sara Weaver, sin embargo, establece un tono emocional: es imposible no simpatizar con ella y, por extensión, con su familia, a pesar de que quién disparó primero sigue siendo turbio. (Un mariscal de los Estados Unidos y dos miembros de la familia Weaver, Vicki y su hijo, Samuel, murieron).
En sus películas emparejadas, Goodman traza una línea desde el incidente de Ruby Ridge, pasando por el enfrentamiento de Branch Davidian en Waco, Texas, hasta el atentado de Oklahoma City. No se aventura más allá de eso, pero dado el momento del estreno de las películas, es tentador extender esa línea desde el surgimiento del Tea Party hasta la elección de Donald J. Trump. En ese contexto, una cita de Sara Weaver, que es sorprendentemente comprensiva con las agencias gubernamentales que asediaron y diezmaron a su familia, adquiere una relevancia adicional: cuando se opera con desinformación y miedo, las cosas pueden salir mal.