En 'El culto apocalíptico de Antares de la Luz' de Netflix, numerosos ex miembros de la secta religiosa liderada por Antares de la Luz en Chile comparten sus experiencias. Se han utilizado grabaciones judiciales de sus testimonios para construir una cronología completa de los acontecimientos que rodearon a la secta. Natalia Guerra destaca entre estas personas por su estrecha relación con el líder y su papel fundamental en la investigación. Ella fue la primera en comunicarse con la policía cuando comenzaron a investigar el crimen. Sin embargo, el papel de Natalia y su nivel de complicidad siguen siendo temas de debate, lo que subraya la complejidad de su participación, que justifica una mayor exploración para lograr una comprensión más profunda.
Natalia Guerra había estado saliendo con Pablo Undurraga durante aproximadamente un año, pero se separaron y se volvieron a conectar después de tres meses. Durante su tiempo separados, Pablo comenzó a asistir a sesiones de meditación dirigidas por Antares de la Luz, reconocido por su profunda espiritualidad y conocimiento de varias religiones populares. Al unirse al grupo, Natalia se encontró cada vez más adherida a las estrictas reglas impuestas por el líder, que se volvía progresivamente más controlador cada día que pasaba.
Natalia se unió al grupo muy unido de 12 miembros que habían formado un fuerte vínculo con el líder. Realizando sesiones de meditación guiada bajo la influencia de la ayahuasca, viajó con el grupo de Las Condes y comenzó a convivir con ellos cuando alquilaron una casa en Olmué. Inicialmente, Natalia describió este período como positivo y rejuvenecedor. Sin embargo, la dinámica cambió cuando el grupo se mudó a una pequeña cabaña en Colliguay, y Antares le informó a Natalia que ya no estaría con Pablo sino que sería designada como su pareja.
Natalia contó cómo, durante las dos primeras noches que pasó con Antares, expresó incomodidad con su arreglo. En la tercera noche, Antares insistió en consumir ayahuasca, advirtiéndole que si no lo aceptaba como su compañero, no se salvaría cuando llegara el profetizado fin del mundo el 21 de diciembre de 2012. En marzo de 2012, Natalia descubrió que estaba embarazada de El hijo de Antares, solo para que él lo declare como descendiente de Satanás, destinado a traer oscuridad a sus vidas. Antares profetizó que Natalia daría a luz en diciembre, pero se puso de parto el 21 de noviembre de 2012.
No se hicieron preparativos para el inminente nacimiento de Natalia, lo que le provocó una gran angustia. A pesar de las súplicas de otros miembros para que la llevaran al hospital, Antares insistió en realizar una cesárea improvisada en la cabaña sin el equipo médico adecuado. Después de mucho debate, Natalia finalmente fue llevada al hospital, donde los miembros del grupo afirmaron falsamente al personal del hospital que la habían encontrado en la calle y la retrataron como una hippie que había intentado un parto en casa que salió mal.
La historia inventada tuvo éxito y Natalia dio a luz a un bebé sano llamado Jesús Castillo Guerra. Sin embargo, al día siguiente, al reincorporarse al grupo, Antares declaró que el recién nacido era una reencarnación de Lucifer. Afeitó la cabeza de Natalia y la bañó. El 23 de noviembre, la llamaron con su bebé a un lugar cercano a la cabaña, donde observó humo y luz de un incendio. Le ordenaron 'preparar' al bebé, lo que implicó desnudarlo, vendarle las manos con cinta adhesiva, amordazarlo con un calcetín y cubrirle los ojos con cinta adhesiva. Natalia caminó hacia el fuego con Pablo, entregándole el bebé a Antares. Ella no fue testigo de lo que sucedió a continuación, pero supuso que habían matado al bebé.
En abril de 2013, después de que un miembro anónimo del grupo denunciara el crimen a la policía, se emitieron órdenes de arresto para todos los miembros. Natalia Guerra fue la primera en hablar con la policía, brindando detalles de lo sucedido. Sin embargo, poco después le envió un correo electrónico a Antares de la Luz, alertándolo sobre la investigación policial. Esta advertencia le permitió huir del país y buscar refugio en Perú. Mientras tanto, durante la investigación, la policía notó el estoicismo de Natalia al hablar de la muerte de su bebé. Sin embargo, cuando la llevaron a la escena del crimen, se derrumbó emocionalmente, revelando la profundidad de su trauma y dolor.
Natalia fue condenada como cómplice del asesinato a pesar de que su defensa argumentó que ella también fue víctima. Afirmaron que todos los miembros del grupo padecían un trastorno psicótico compartido, lo que los eximía de responsabilidad por sus acciones. Tras su sentencia a cinco años, Natalia logró evadir a las autoridades y permaneció prófuga durante siete meses. Finalmente, la policía descubrió su escondite después de encontrar un trozo de papel que había tirado debajo de una papelera. Natalia cumplió dos años de su condena y salió en libertad condicional en 2021. Desde entonces, ha llevado una vida tranquila, buscando dejar atrás la terrible experiencia.